La caída de la Ley Ómnibus puso un freno a la blitzkrieg libertaria y dió confianza a las fuerzas de lo nacional popular. La sabiduría de enfrentar la batalla y la necesidad de ampliar el rechazo. La crisis sigue abierta.
La sabiduría de enfrentar la batalla. Una de las máximas del viejo arte de la guerra es saber evitar las batallas y enfrentar sólo aquellas que puedes vencer. Sin embargo, cuando lo que está en juego es la existencia de la Patria, y la comida de todos los días, la sabiduría es enfrentar la batalla. La Ley Ómnibus cayó porque se la enfrentó sin especulación. La reconstrucción de lo nacional popular necesita mucho más de las victorias imposibles que de la permanente especulación de fuerzas. Así como no se cambia el mundo sin hacer revoluciones, no se ganan batallas que no se pelean.
Primera derrota. El Gobierno puso en marcha su blitzkrieg libertaria contra el Estado Nacional y los intereses populares, pero lo hizo sin política. Milei inició una ofensiva relámpago y contundente para una campaña corta que evite las trincheras. Así puso en marcha simultáneamente una fuerte devaluación, el DNU y la Ley Ómnibus, el protocolo antipiquetes y un alineamiento colonial y grotesco a nivel internacional. En el microclima del poder, mezcla de la amplia victoria electoral y su mesianismo, se olvidó que la guerra es la continuación de la política por otros medios. En su avanzada, al libertario no le alcanzó con sus propias fuerzas. Se le cortó la línea de suministros.
La concentración del tiempo y el espacio. En situaciones de crisis nacional se produce una especie de concentración del tiempo y el espacio. Todo convive sin mediación. Y el gobierno parece ayudar mucho a ello. En su guerra relámpago Milei acelera y concentra todos los problemas y todos los tiempos. La vida nacional y lo cotidiano. La economía y la política. Lo actual y el horizonte. La vida del laburante y la de sus hijos. Y en cada paso, al mismo tiempo, todos se vuelven sus enemigos. Si esta reconcentración genera un cambio de temperatura puede llegar a explotar la olla. En consecuencia, las tareas de lo nacional popular se vuelven simultáneas y urgentes.
El profeta extranjero. Dicen que nadie es profeta en su tierra. Quizás por eso Milei se fue al muro de los lamentos, publicó en hebreo en la red X, e insistió en castigar a su pueblo. Hay quienes aún creen que lo que comunica en política son las redes, que Milei es un artista de la cuestión, y que hay que copiar su estrategia. Esa extraña insistencia progresista en parecerse al enemigo. Como si un paro nacional, la derrota legislativa, los dos dígitos de inflación mensual, y quitar por venganza los subsidios al transporte, no fueran verdaderos actos de comunicación de masas. Así las cosas, no resulta convincente la idea de que la masa laboriosa sea adicta a las amenazas y los actos de castigo del gobierno. Mucho menos, de uno recién electo que acaba de perder su primera batalla.
El Tirano y el Capital. Alguién señaló que está en el carácter mismo de toda ecuación la tendencia a la pérdida de igualdad entre sus términos. Aunque Milei representa exactamente los intereses del gran Capital, del Imperio y las clases dominantes argentinas, lo cierto es que hay un espacio entre los términos. Su gestación es política, mucho más en democracia. Milei ha sido mucho más la construcción de un sujeto político en la crisis nacional que la proyección instrumental de una de las fracciones de la burguesía. Pero, si no logra avanzar se estrechará su margen político y su mesianismo personal se volverá camaleónico.
El proyecto profundo. Dicho esto, detrás de Milei, y en todo caso con él en la proa, está el Estado Profundo. El proyecto profundo para desarticular la Argentina. Que las clases dominantes locales se hayan aventurado a aceptar definitivamente ese camino debería renovar nuestras preguntas y nuestro horizonte. ¿Cuál es nuestro proyecto profundo en esta bisagra de la historia nacional y mundial? ¿El capitalismo dependiente con inclusión?
Ampliar el rechazo. Si la tarea inicial era salir a la calle como terapia, y construir el primer rechazo ante la ofensiva libertaria, con esta victoria parcial lo que toca en lo inmediato es ampliar ese rechazo. Todavía falta el DNU. Debemos conectar los ruidos. Actuar en la crisis. Cómo la velocidad de la luz es superior al sonido, la bronca se va masticando. Pero no quiere decir que no haya bronca. Hay que nadar en su estanque. Que nunca debió dejar de ser el nuestro. No hablamos del terreno digital, se trata del pueblo laburante. Milei no es cristiano, es antihumanista y antinacional, por eso descargará su furia contra la soberanía y la vida cotidiana del pueblo. Pero las revoluciones y los nuevos órdenes sociales no se crean por decreto ni por redes sociales. Si el gobierno quiere obtener una victoria, que sea una victoria pírrica. Sino, que sea su derrota de proporciones bíblicas.
*Blitzkrieg: guerra relámpago